La elegancia del erizo, Muriel Barbery, 2006.
Una portera de una finca de gente aristocrática y de mucho dinero posee una cultura y preparación que ha de ocultar a los vecinos para poder conservar su puesto de portera. Por tanto ante ellos se comporta de una forma zafia, como se espera de las porteras al uso.
Una niña de doce años superdotada y muy culta, también, reniega de la forma superficial de vivir que tiene su familia riquísima y pretenciosa y toma una decisión radical de una forma muy natural.
El destino junta a ambas y a un japonés dedicado al cine al que ambas admiran. La vida dará varias vueltas y el final es como todo final impredecible.
La novela tiene una fase de presentación muy densa, llena de reflexiones filosóficas que hacen su lectura un poco densa al principio. Pasada esa fase, me encontré con una obra de arte, con un lenguaje y una profundidad de un preciosismo difícil de igualar. Te hace aflorar sentimientos desde lo más íntimo de tu yo interno de una manera involuntaria con, repito, un lenguaje casi poético (“Me pongo a llorar bajito, despacito y en mi pecho se estremece una camelia” –Final del cap. 15).
De los libros que sin duda recomendaría a cualquiera.
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